martes, 25 de febrero de 2014

"La Muda" de los Noguerones

Vista parcial de los Noguerones

Leyendo una entrada del magnífico blog de Enrique Boix ("Hojas de Boj") he recordado la historia (la no-historia más bien) de "la Muda", que hace tiempo me salió al paso entre las páginas de los libros más antiguos del registro civil de Alcaudete. Al igual que Enrique en relación al joven Francesc, yo también me hice muchas preguntas en torno a la extraña figura de esta mujer; imposible no hacerlo (aun sabiendo de antemano que no habrá respuestas) cuando uno se topa con estos pequeños enigmas cotidianos, retazos de vida que no escriben la Historia con mayúsculas, pero que de alguna forma la complementan, al darle una dimensión humana difícil de percibir entre las grandes efemérides y los tratados internacionales.

"La Muda" llegó a los Noguerones allá por la década de 1850, cuando esta pedanía de Alcaudete, que ahora cuenta con unos 1.200 habitantes, era apenas un cruce de calles en torno a la iglesia. Entonces la vida y la muerte se sucedían con más pena que gloria entre duros trabajos agrícolas y algunas pocas alegrías, con un aislamiento del mundo difícil de imaginar en estos tiempos vertiginosos de tecnología y globalización. Aquella mujer de mediana edad (entre cuarenta y cincuenta años), sorda y muda, surgió de la nada, y nunca se supo de dónde vino ni qué vida dejó atrás, por qué detuvo sus pasos en esta tierra, ni tan siquiera su nombre. Desde entonces habitó en aquel partido, travestida de hombre, y viviendo humildemente, unas veces a costa de la "caridad pública", otras faenando en los campos. Hasta que le llegó la muerte dos décadas después, al mediodía del 17 de octubre de 1878, en casa de uno de aquellos vecinos, D. Isidoro Rabadán, labrador nacido en la vecina Baena (Córdoba) que debió de recogerla bajo su techo en sus últimos momentos para que no muriera en la calle como un perro, pues no parece que tuviera ningún domicilio fijo. Al día siguiente el labrador dio parte del fallecimiento en el registro civil de Alcaudete; ante la falta de nombres y apellidos, el escribiente se vio obligado a consignar al margen de la partida, lugar reservado de ordinario a esos datos, "una mujer desconocida vestida de hombre" como única forma de identificarla.

Rabadán declaró "que en su expresado domicilio había fallecido a las doce de la mañana del día de ayer una mujer vestida de hombre sordo muda como de setenta años y que hace más de veinte habita en el expresado partido rural de los Noguerones sin que se sepa su naturaleza, nombre propio ni el de sus padres, de lo que da parte presentando el certificado facultativo que la ley ordena." Además, la partida consignaba que "la referida finada se encontraba vestida de hombre en esta forma: sin chaqueta, camisa blanca, chaleco de tela de verano, pantalón de la misma clase, ceniciento, medias blancas y alpargatas; todas las prendas en muy mal estado".

Que hace muchos años vive en el partido de los Noguerones, unas temporadas de la caridad pública y otras trabajando en las faenas del campo, sin que ninguna persona la conozca en aquellos sitios más que por 'la Muda', ni sepa su nombre, el de sus padres y de qué pueblo sea natural.


Y en su virtud el Señor Juez mandó se extendiese la oportuna licencia para que se le diese tierra al cadáver, mediante a no ofrecer duda que la muerte ha sido natural, según consta del certificado facultativo presentado."


Firmaron el acta D. Juan Montilla, Juez Municipal; D. Manuel Arrebola (por el declarante, que no sabía); Don Juan María Calle y Don Juan Berdolo, en calidad de 'hombres buenos'*; y Juan Antonio Cañete, 'del campo' (jornalero), y Alonso Serrano, amanuense, como testigos.

No sé si alguien llegaría a echar en falta a "la Muda" allí de donde quiera que marchara. Quizá incluso algún otro friki de la genealogía, en cualquier pueblo de estos contornos, se esté preguntando qué fue de aquella antepasada decimonónica que parece que se tragó la tierra. Pero por si acaso nadie ha vuelto a acordarse de ella en el último siglo, he decidido hacerle un hueco y dedicarle el segundo post de este blog.

Más información:
_____________
* Nota: Antiguamente se llamaba 'hombres buenos' a ciertas personas a cuyo buen juicio se acudía en alguna causa, bien para mediar o para actuar de testigos. En este caso no hay nada que mediar y ya hay testigos que actúan como tales, por ello la presencia de estos 'hombres buenos' podría estar justificada más bien por la ausencia del secretario, cuya figura probablemente estaban supliendo.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Crimen y Castigo en Alcaudete

"Por una nabaja", aguafuerte de Francisco de Goya (1810-1814). Museo del Prado

Cuando uno hurga en la vida de sus muertos se expone a encontrar historias bastante desagradables, porque no todo en Genealogía son hazañas y nobles virtudes. El siguiente episodio, típica estampa garrula de la España Negra y profunda, es un buen ejemplo. No obstante, no he escogido esta historia para inaugurar el blog de 'Raíces de Alcaudete' precisamente por eso, no soy tan masoquista, es sólo que la tengo muy reciente, y al fin y al cabo es tan buena como cualquier otra...

En principio se trataba de una historia con pocos mimbres, sólo dos partidas de defunción algo siniestras, sacadas de los libros parroquiales de San Pedro hace ya ocho años. La de José Panadero Velasco, vecino de la calle Melojo, que murió "de puñaladas" el 11 de agosto de 1859 con 51 años, y la de su hijo Ramón María Panadero Colomo, vecino de la calle Camino Bermejo, que murió "de garrote" (garrote vil) en 30 de enero de 1860 con 20 años. Ambos, padre y hermano de mi tatarabuela Francisca Panadero Colomo, tuvieron un entierro menor de caridad, dada su humilde condición de gentes del campo. En cualquier otro caso la cercanía en el tiempo de ambas muertes habría sido tan sólo una triste casualidad, pero en esta ocasión era inevitable establecer una relación de causa y efecto y pensar que el hijo había matado al padre y por ello había sido ajusticiado. Aún así es sabido que lo más verosímil no siempre es lo más verídico mientras un documento no lo demuestre, y a falta de más datos y sin hilos de los que tirar (no se conserva información judicial de esa época referente a Alcaudete) me tuve que quedar con la duda de qué pudo suceder realmente y si en verdad ambas muertes estaban tan relacionadas como parecía, y así, a dos velas, he estado con esta cuestión durante todos estos años, hasta ahora

Francisca Panadero Colomo (1848-1902). Foto cortesía de Eduard Rodríguez Pérez


Por suerte, en la investigación histórica (más aún cuando uno es amateur y por tanto menos ducho en la materia de lo que se quisiera) jamás se debe cerrar definitivamente ningún capítulo con la etiqueta de 'sin resolver', porque nunca se sabe dónde, cuándo y cómo puede aparecer una nueva pista. Y ha sido así, de forma totalmente casual e inesperada, que José y Ramón han vuelto a cruzarse en mi camino estos días. El lugar del hallazgo, o más bien del reencuentro, ha sido la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional, cuyos fondos atesoran una amplia colección de prensa histórica al alcance de un clic. Ya en otras ocasiones había rastreado aquí sin éxito la huella de este asesinato. Esta vez, sin embargo (hace apenas unos días), iba tras la pista de otros crímenes cometidos en estas tierras, pero no de éste en concreto, quizá por eso (y porque uno es lento, todo hay que decirlo) hasta que no llevaba leída media noticia no caí en la cuenta de que los anónimos protagonistas del sangriento suceso que se narraba eran el padre y el hermano de mi tatarabuela (por eso, porque no hay nombres, es que no di con ellos en anteriores búsquedas):

"La Discusión", 21 de agosto de 1859. Biblioteca Nacional.

Una vez tras la pista, sólo fue cuestión de tirar del hilo hasta dar con otros varios noticieros que unos días después se hicieron también eco de la desgracia. "La Época" y "El Clamor Público", en sus respectivas ediciones del día 24 de agosto, aportaban otra versión (idéntica en ambos casos) ligeramente distinta a la de "La Discusión":

"El Clamor Público", 24 de agosto de 1859. Biblioteca Nacional.

Quizá los detalles divergentes se deban a la disparidad de fuentes, o quizá la segunda versión, por ser posterior y haber dado tiempo a corregir inexactitudes, sea más cierta que la primera. Nótese, por cierto, que la noticia se da como recién llegada a las redaccciones madrileñas, cuando en verdad habían pasado casi dos semanas del crimen; era el mundo sin teléfono, televisión ni internet.

Sea como fuere, todo esto arroja luz sobre el parricidio de la familia Panadero de Alcaudete, pero a la vez, como es natural, crea otras incógnitas; la primera, por qué el hijo reaccionó de forma tan extrema y desproporcionada, pero esto, al igual que otras cuestiones, como el impacto de la tragedia en el resto del grupo familiar (José dejó viuda y otros ocho hijos entre 27 y 6 años, y Ramón estaba soltero), o cómo esto influyó en la relación de la familia con el resto de la comunidad, etc. ya es campo abonado para la especulación y de momento nada puedo decir al respecto, quizá nunca pueda.

A Ramón, empero, no lo ahorcaron según sus ruegos desesperados en el juzgado de Alcalá; sabemos, como decía al principio, que fue ajusticiado en Alcaudete, y a garrote vil, pero de esto, por ahora, tampoco tengo más detalles que contar. Quizá dentro de otros ocho años...

Más información: