Vista parcial de los Noguerones |
Leyendo una entrada del magnífico blog de Enrique Boix ("Hojas de Boj") he recordado la historia (la no-historia más bien) de "la Muda", que hace tiempo me salió al paso entre las páginas de los libros más antiguos del registro civil de Alcaudete. Al igual que Enrique en relación al joven Francesc, yo también me hice muchas preguntas en torno a la extraña figura de esta mujer; imposible no hacerlo (aun sabiendo de antemano que no habrá respuestas) cuando uno se topa con estos pequeños enigmas cotidianos, retazos de vida que no escriben la Historia con mayúsculas, pero que de alguna forma la complementan, al darle una dimensión humana difícil de percibir entre las grandes efemérides y los tratados internacionales.
"La Muda" llegó a los Noguerones allá por la década de 1850, cuando esta pedanía de Alcaudete, que ahora cuenta con unos 1.200 habitantes, era apenas un cruce de calles en torno a la iglesia. Entonces la vida y la muerte se sucedían con más pena que gloria entre duros trabajos agrícolas y algunas pocas alegrías, con un aislamiento del mundo difícil de imaginar en estos tiempos vertiginosos de tecnología y globalización. Aquella mujer de mediana edad (entre cuarenta y cincuenta años), sorda y muda, surgió de la nada, y nunca se supo de dónde vino ni qué vida dejó atrás, por qué detuvo sus pasos en esta tierra, ni tan siquiera su nombre. Desde entonces habitó en aquel partido, travestida de hombre, y viviendo humildemente, unas veces a costa de la "caridad pública", otras faenando en los campos. Hasta que le llegó la muerte dos décadas después, al mediodía del 17 de octubre de 1878, en casa de uno de aquellos vecinos, D. Isidoro Rabadán, labrador nacido en la vecina Baena (Córdoba) que debió de recogerla bajo su techo en sus últimos momentos para que no muriera en la calle como un perro, pues no parece que tuviera ningún domicilio fijo. Al día siguiente el labrador dio parte del fallecimiento en el registro civil de Alcaudete; ante la falta de nombres y apellidos, el escribiente se vio obligado a consignar al margen de la partida, lugar reservado de ordinario a esos datos, "una mujer desconocida vestida de hombre" como única forma de identificarla.
Rabadán declaró "que en su expresado domicilio había fallecido a las doce de la mañana del día de ayer una mujer vestida de hombre sordo muda como de setenta años y que hace más de veinte habita en el expresado partido rural de los Noguerones sin que se sepa su naturaleza, nombre propio ni el de sus padres, de lo que da parte presentando el certificado facultativo que la ley ordena." Además, la partida consignaba que "la referida finada se encontraba vestida de hombre en esta forma: sin chaqueta, camisa blanca, chaleco de tela de verano, pantalón de la misma clase, ceniciento, medias blancas y alpargatas; todas las prendas en muy mal estado".
Que hace muchos años vive en el partido de los Noguerones, unas temporadas de la caridad pública y otras trabajando en las faenas del campo, sin que ninguna persona la conozca en aquellos sitios más que por 'la Muda', ni sepa su nombre, el de sus padres y de qué pueblo sea natural.
Y en su virtud el Señor Juez mandó se extendiese la oportuna licencia para que se le diese tierra al cadáver, mediante a no ofrecer duda que la muerte ha sido natural, según consta del certificado facultativo presentado."
Firmaron el acta D. Juan Montilla, Juez Municipal; D. Manuel Arrebola (por el declarante, que no sabía); Don Juan María Calle y Don Juan Berdolo, en calidad de 'hombres buenos'*; y Juan Antonio Cañete, 'del campo' (jornalero), y Alonso Serrano, amanuense, como testigos.
No sé si alguien llegaría a echar en falta a "la Muda" allí de donde quiera que marchara. Quizá incluso algún otro friki de la genealogía, en cualquier pueblo de estos contornos, se esté preguntando qué fue de aquella antepasada decimonónica que parece que se tragó la tierra. Pero por si acaso nadie ha vuelto a acordarse de ella en el último siglo, he decidido hacerle un hueco y dedicarle el segundo post de este blog.
Más información:
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* Nota: Antiguamente se llamaba 'hombres buenos' a ciertas personas a cuyo buen juicio se acudía en alguna causa, bien para mediar o para actuar de testigos. En este caso no hay nada que mediar y ya hay testigos que actúan como tales, por ello la presencia de estos 'hombres buenos' podría estar justificada más bien por la ausencia del secretario, cuya figura probablemente estaban supliendo.
* Nota: Antiguamente se llamaba 'hombres buenos' a ciertas personas a cuyo buen juicio se acudía en alguna causa, bien para mediar o para actuar de testigos. En este caso no hay nada que mediar y ya hay testigos que actúan como tales, por ello la presencia de estos 'hombres buenos' podría estar justificada más bien por la ausencia del secretario, cuya figura probablemente estaban supliendo.